«APRENDIZAJE VERDADERO que es permanente y útil, que conduce a una acción inteligente y un mayor aprendizaje, solo puede surgir de la experiencia, los intereses y la preocupación del aprendiz.
Todo niño, sin excepción, tiene un impulso innato e insaciable de comprender el mundo en el que vive y de ganar libertad y competencia en él. Se puede decir que todo lo que realmente contribuya a su comprensión, su capacidad de crecimiento y placer, sus poderes, su sentido de su propia libertad, dignidad y valor, es verdadera educación.
La educación es algo que una persona obtiene para sí misma, no lo que otra persona le da o le hace.
Lo que los jóvenes necesitan y quieren obtener de su educación es: uno, una mayor comprensión del mundo que los rodea; dos, un mayor desarrollo de sí mismos; tres, una oportunidad para encontrar su trabajo, es decir, una forma en la que pueden usar sus propios gustos y talentos únicos para lidiar con los problemas reales del mundo que los rodea y para servir a la causa de la humanidad.
Nuestra sociedad pide a las escuelas que hagan tres cosas por y para los niños: una, transmitir las tradiciones y los valores superiores de nuestra propia cultura; dos, familiarizar al niño con el mundo en el que vive; tres, preparar al niño para el empleo y, si es posible, el éxito. Todas estas tareas las ha realizado tradicionalmente la sociedad, la propia comunidad. Las escuelas no hacen bien ninguno de ellos. Ninguno de ellos puede ni debe ser realizado por las escuelas única o exclusivamente. Una de las razones por las que las escuelas están en problemas es que se les han asignado demasiadas funciones que no son propia o exclusivamente suyas.
Las escuelas deberían ser un recurso, pero no el único, del cual los niños, pero no solo los niños, pueden tomar lo que necesitan y quieran para llevar a cabo su propia educación. Las escuelas deben ser lugares adonde las personas vayan para averiguar las cosas que quieren saber y desarrollar las habilidades que quieren desarrollar. El niño que se está educando a sí mismo, y si no lo hace, nadie más lo hará, debe ser libre, como el adulto, para decidir cuándo, cuánto y de qué manera quiere hacer uso de los recursos que las escuelas pueden ofrecerle. Hay una infinidad de caminos hacia la educación; cada aprendiz debe y tiene que ser libre de elegir, encontrar y hacer el suyo.
Los niños quieren, necesitan, merecen y se les debe dar, tan pronto como lo deseen, la oportunidad de ser útiles en la sociedad. Es una ofensa para la humanidad negarle a un niño, o cualquier persona mayor de edad, que quiera hacer un trabajo útil la oportunidad de hacerlo. La distinción, de hecho, la oposición, que hemos hecho entre educación y trabajo es arbitraria, irreal y malsana.
A menos que tengamos fe en el entusiasmo y la capacidad del niño para crecer y aprender, no podemos ayudar y solo podemos dañar su educación».
Texto tomado del libro The Underachieving School, de John Holt. Traducción Alejandra Kim.
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