Aprovechando que se cumplen cincuenta años de su publicación, quise compartir una pequeña fracción del libro Cómo Aprenden los Niños. Traté de traducir (y resumir un poco) la segunda sección del capítulo «La Mente en el Trabajo», que creo contiene parte de lo que se señala y explica en otros capítulos.
Los libros de John Holt, «Como los niños Fracasan» y «Como los Niños Aprenden», se complementan. No podrías leer uno sin leer el otro. Van juntos. Ambos están escritos a manera de diario con anotaciones que él realizaba de sus experiencias al observar y convivir con niños, dentro y fuera del salón del clases.
Mientras que en el Primero reúne sus observaciones de todo lo que pasa en el ambiente escolar lo cual hace que en lugar de aprender los niños inventen estrategias para hacer frente a las demandas que para ellos no tienen sentido y nos explica las varias formas en que nosotros los adultos destruimos las capacidades naturales de aprendizaje de los niños; en el Segundo nos describe a detalle y con varios ejemplos cómo es el aprendizaje natural, cuando no hay ansiedad o temor, presiones o manipulación, y porqué es importante dejar a los niños desarrollar sus propios procesos mentales.
Estos libros los escribió (1964 y 1967) cuando él todavía creía en las escuelas, con la esperanza de que estos ayudarán a reformar la estructura de estas. Los revisó años después (1982 y 1983 respectivamente), muchas cosas habían pasado, él había escrito otros libros y ya estaba envuelto con las familias que educan en casa y su creencia que los niños aprenden mucho mejor por sí mismos se había consolidado.
Este libro contiene estos capítulos:
- Aprendiendo acerca de los Niños
- Juegos y Experimentos
- El Habla
- Leer
- Deportes
- Arte, Matemáticas y Otras cosas
- Fantasía
- La Mente en el Trabajo
- Aprendizaje y Amor
Cada uno con descripciones de sus observaciones de cómo los niños aprenden en cada una de estas áreas.
Siempre recomiendo los libros de John Holt, fueron un parte aguas en mi manera de ver la educación y en especial el aprendizaje y son parte de la base de nuestro enfoque y estilo de vida.
Para aquellas personas que no han tenido oportunidad de leerlo, espero que esta pequeña traducción les abra una ventana al mundo del aprendizaje natural. Sin duda, si deseas saber cómo fue que él llegó a estas conclusiones debes leer por completo ambos libros.
Esta pequeña traducción inicia desde la página 287:
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COMO APRENDEN LOS NIÑOS
Permítame resumir lo que he estado tratando de decir acerca del aprendizaje natural en niños pequeños. El niño es curioso. Quiere darle sentido a las cosas, descubrir como funcionan las cosas, adquirir competencia y control sobre sí mismo y su ambiente, realizar lo que puede ver a otras personas haciendo. Es abierto, receptivo y perceptivo. No se encierra del extraño, confuso y complicado mundo a su alrededor. Lo observa cercanamente y sagazmente, trata de absorberlo todo. Es experimental. No solo observa el mundo a su alrededor, sino que lo saborea, lo toca, lo sostiene, lo dobla, lo quiebra. Para descubrir cómo la realidad funciona, trabaja en ello. Es valiente. No tiene miedo de cometer errores. Y es paciente. Puede tolerar una cantidad extraordinaria de incertidumbre, confusión, ignorancia y suspenso. No tiene que tener el significado instantáneo en cada nueva situación. Está dispuesto y es capaz de esperar que el significado llegue a él– aun cuando viene muy lentamente, como es usual.
A esto me gustaría agregar algo mucho más importante. Los niños incluso pequeños como de dos años no solo quieren aprender acerca de, pero quieren ser parte de nuestro mundo adulto. Quieren ser hábiles, cuidadosos, capaces de hacer cosas y crear cosas como lo hacemos nosotros.
Es su deseo y determinación de realizar cosas reales, no en el futuro sino ahora mismo, lo que da a los niños la curiosidad, energía, determinación y paciencia para aprender todo lo que aprenden.
Los niños además realizan su aprendizaje en grandes estallidos de pasión y entusiasmo. Excepto por aquellas habilidades físicas que no pueden ser aprendidas de otra manera, los niños raramente aprenden en los horarios lentos y estables que la escuela les crea. Es más probable que sean insaciablemente curiosos por un tiempo sobre un interés particular, y que lean, escriban, hablen, y hagan preguntas sobre ello durante horas al día y durante días enteros. Luego repentinamente dejan ese interés y se giran hacia algo completamente diferente, o incluso por un tiempo parece que no tuvieran intereses en absoluto. Esto usualmente significa que por el momento tienen toda la información que pueden digerir en ese tema, y necesitan explorar el mundo de manera diferente, o quizá simplemente obtener una comprensión más firme de lo que ya saben.
Al hablar, leer, escribir y muchas otras cosas que hacen, los niños son perfectamente capaces, si no son apresurados o no los hacemos que se avergüencen o teman, de notar y corregir la mayoría de sus propios errores. Al principio tienden a ver estos errores no como cosas que se hicieron mal o equivocadamente sino solo como cosas que se hicieron diferente.
La necesidad de los niños de darle sentido al mundo y ser hábiles en él, es tan profundo y fuerte como la necesidad de comida, descanso o sueño. Algunas veces acaso sea más fuerte.
Lo que es esencial es darse cuenta que los niños aprenden independientemente, no en racimos; aprenden por curiosidad e interés, no para complacer o apaciguar a los adultos en poder; y ellos deben estar en control de su propio aprendizaje, decidiendo por sí mismos qué quieren aprender y cómo quieren aprenderlo. A estas ideas, la gente reacciona de muchas maneras, pero hay dos reacciones que aparecen tan regularmente que vale la pena discutir.
La primera es a menudo expresada así: «¿Está pidiendo a los niños que descubran y recreen por sí mismos toda la historia de la humanidad?» Sería muy fácil el catalogar la pregunta como tonta, excepto que mucha gente sensible y seria la hace. Lo que los tambalea es esta palabra «descubrir». Actúan como si significara «inventar», esto es, descubrir por primera vez. Pero esto no es lo que quiero decir, o lo que otros educadores quieren decir cuando hablan de la importancia de dejar a los niños descubrir cosas por sí mismos. No le pedimos ni esperamos del niño que invente la rueda empezando desde cero. No tiene que hacerlo. La rueda ya se inventó. Está ahí, frente a él. Todo lo que digo es que a un niño no se le necesita decir lo qué son las ruedas y para qué sirven las ruedas para que él lo sepa. Lo puede descifrar por sí mismo, en su momento. De la misma manera, no tiene que inventar la bombilla eléctrica, el avión, el motor de combustión interna— o las leyes, el gobierno, el arte o la música. También ya han sido inventados, y están ahí afuera. Toda la cultura está ahí afuera. Lo que pido es que el niño sea libre de explorar y le de sentido a esa cultura a su propia manera. Esto es tanto descubrimiento como le pido, un descubrimiento que él capaz de hacer.
La segunda reacción es a menudo expresada así: «¿No hay ciertas cosas que todos deberían saber, y no es nuestro trabajo, por lo tanto, asegurarnos que los niños lo sepan?» Este argumento puede ser atacado por muchos frentes. Con la posible excepción de saber cómo leer, lo cual en cualquier caso es una habilidad, no se puede probar que alguna pieza de información es esencial para todos. Útil y conveniente, quizá; esencial no. Además, la gente que siente que cierto conocimiento es esencial no se pone de acuerdo en cual conocimiento lo es. Los historiadores votarían por la Historia; los lingüistas, por el lenguaje; los matemáticos, por las matemáticas; y así. En las palabras de Jimmy Durante, «Todos quieren entrar en el acto». Además, el conocimiento cambia, se vuelve inútil, anticuado, o completamente falso… Y siendo la taza de descubrimiento como lo es, la probabilidad de que lo que los niños aprendan hoy será anticuado en veinte años es mucho más grande que lo era cuando yo era estudiante.
Mi verdadera razón, sin embargo, para creer que el aprendiz, joven o adulto, es el mejor juez de lo que debe aprender, es muy diferente. Estaría en contra de embutir conocimiento en las cabezas de los niños incluso si pudiéramos ponernos de acuerdo en cuál conocimiento embutir y podríamos estar seguros de que no expirará, incluso si pudiéramos estar seguros de que, ya atestado, el conocimiento se quedará. Incluso entonces, yo confiaría en el niño para dirigir su propio aprendizaje. Me parece un hecho que, en nuestra lucha por darle sentido a la vida, las cosas que más necesitamos aprender son las cosas que más queremos aprender. Poniéndolo de otra manera, la curiosidad casi nunca está ociosa. Lo que queremos saber, lo queremos saber por una razón. La razón es que hay un agujero, una brecha, un espacio vacío en nuestro entendimiento de las cosas, nuestro modelo mental del mundo. Sentimos esa brecha como un agujero en el diente y lo queremos llenar. Nos hace preguntar ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Mientras la brecha este allí, estamos en tensión, en suspenso. Escuchen la ansiedad en la voz de una persona cuando dice, «¡Esto no tiene sentido!». Cuando la brecha en nuestro entendimiento es llenada, sentimos placer, satisfacción, alivio. Las cosas tienen sentido otra vez — o en todo caso, tienen más sentido que antes.
Cuando aprendemos de esta manera, por estas razones, aprendemos rápida y permanentemente. La persona que realmente necesita aprender algo no necesita que se le diga varias veces, que se le entrene y se le pruebe. Una vez es suficiente. La nueva pieza de conocimiento encaja en la brecha que estaba lista para ello, como la pieza faltante en un rompecabezas. Una vez en su lugar, se queda, no se cae. No olvidamos las cosas que hacen el mundo un lugar más razonable o interesante para nosotros, que hace que nuestro modelo mental sea más completo y preciso. Ahora, si fuese posible para nosotros dar un vistazo dentro de las mentes de los niños y ver cuáles brechas en sus modelos mentales necesitan llenarse más, se podría hacer un buen caso de darles la información que necesitan. Pero esto no es posible. No podemos descubrir cómo son los modelos mentales de los niños, dónde están distorsionados, dónde están incompletos. No podemos tener contacto directo con el entendimiento del mundo del niño. ¿Por qué no? Primero, porque en una medida muy considerable él desconoce gran parte de su propia comprensión. Segundo, porque no tienen la habilidad de poner su entendimiento en palabras, menos todas las palabras que podría estar seguro de que significarían para nosotros lo que significaban para él. Tercero, porque no tenemos tiempo. Las palabras no son solo un medio de comunicación torpe y ambiguo, son extraordinariamente lentas. Para describir solo una pequeña parte de su comprensión del mundo, un hombre escribirá un libro que nos tome días leer.
Pienso en algunos de mis buenos amigos. Nos conocemos muy bien, conocemos nuestros intereses, hablamos el mismo idioma. Podríamos pasar toda una tarde platicando, cada uno de nosotros intentando obtener una mejor comprensión del pensamiento del otro. Al final de la tarde, con suerte, podríamos cada uno tener una ligera mejor idea acerca de lo que el otro piensa en un tema en particular. Por otro parte, muy seguido una tarde platicando, aunque agradable e interesante, solo nos guie a darnos cuenta lo poco que nos entendemos, cuan grandes son los espacios y los misterios entre nosotros.
La mente humana es un misterio. En gran medida probablemente lo sea siempre. No avanzaremos mucho en educación hasta que nos demos cuenta de esto y soltemos la ilusión de que podemos saber, medir, y controlar lo que sucede en las mentes de los niños. El conocer la propia mente es lo suficientemente difícil. Soy, a un grado bastante alto, una persona introspectiva. Desde hace mucho he estado interesado en mis propios pensamientos, sentimientos y motivos, deseoso de saber tanto como pueda de la verdad acerca de mí mismo. Después de muchos años, pienso que a lo sumo podría saber acerca de una pequeña parte de lo que pasa en mi propia cabeza. Que absurdo imaginar que puedo saber qué pasa en la de alguien más.
En el oído de mi mente puedo escuchar las voces ansiosas de cientos de maestros preguntándome, «¿Cómo puede saber, cómo puede estar seguro de lo que los niños están aprendiendo, o incluso si están aprendiendo algo?». La respuesta es simple. No podemos saber. No podemos estar seguros. Lo que estoy tratando de decir acerca de la educación se basa en una creencia que, aunque hay mucha evidencia para apoyarlo, no lo puedo probar, y quizá nunca pueda ser probado. Llamelo Fe. Esta fe es que el hombre es por naturaleza un animal de aprendizaje. Los pájaros vuelan, los peces nadan; el hombre piensa y aprende. Por lo tanto, no necesitamos «motivar» a los niños para que aprendan, por medio de engatusamiento, soborno, o acoso. No necesitamos estar examinando sus mentes para estar seguros de que están aprendiendo. Lo que necesitamos hacer, y todo lo que necesitamos hacer, es traer el mundo tanto como se pueda dentro de la escuela y el aula; dar a los niños tanta ayuda y guía como lo necesiten y lo pidan; escuchar respetuosamente cuando deseen hablar; y luego quitarse de enmedio. Podemos confiar en que harán el resto.
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Así termina este capítulo.
Tenemos la idea tan arraigada de que el aprendizaje debe ser dirigido y controlado por los adultos y que se debe ver y dar en cierto orden y con cierta profundidad; que debemos asegurar que ese conocimiento se quede, para lo cual creamos ejercicios repetitivos, dinámicas y trabajos extras; y después comprobar que si lo retuvieron, para lo cual sometemos a niños y jóvenes a tediosos y elaborados exámenes.
Lo único que hacemos con todo esto es poner límites a su potencial, frenar su curiosidad y la confianza en sus propias capacidades.
Para finalizar, quise traducir esta historia con la que John Holt termina este libro… Me apachurró el corazón… pero, me da esperanza:
APRENDIZAJE Y AMOR
En The New York Times (Abril 18, 1981), Ben Barker, casado cinco años y separado por cinco años, escribió una bella y pequeña pieza acerca de su vida tres meses al año con sus dos niños pequeños. En esta recuerda una nota que su hija le escribió una mañana antes de que él despertara:
Cuando te vas a levantar. No hay leche y estoy HAMBRIENTA.
ASI QUE NO ME DEJES MORIR DE HAMBRE….
POR FAVOR, POR FAVOR, POR FAVOR POR FAVOR
NO ME DEJES MORIR DE HAMBRE.
¿ME DEJARÁS MORIR DE HAMBRE?
Cuál es tu respuesta.
Firma Aquí en los puntos……………………………………………….
Amor Cloud.
.
Por días después de que la leí, esa nota me perseguía, y una pequeña voz me repetía al oído, «Así que no me dejes morir de hambre. ¿Me dejarás morir de hambre?». Me hacía querer llorar y reír al mismo tiempo, me hacía querer de alguna manera ponerle música a esas palabras, me hacía querer abrazar a esa pequeña persona y decir «No, no, no, nunca, nunca, te dejaremos morir de hambre».
Esa nota dice mucho acerca de los niños. En ella hay mucho amor y necesidad, y drama combinado con jugueteo, de fantasía combinada con realidad (Firma aquí en los puntos). Nos recuerda de los caminos extraños, cuando éramos jóvenes, con los que considerábamos el mundo de los adultos. Alguna vez en mi niñez a mí también me gustaba escribir largas filas de puntos solo para poder firmar mi nombre en ellos. Se miraba tan oficial. ¡Magia en esos puntos!
Lo que es adorable en los niños es que pueden realizar tal producción, hacer un gran problema, de todo, o de nada. Desde mi oficina veo a varias familias con sus niños pequeños caminando por la calle Boylston. Los adultos avanzan derecho, los niños giran, saltan, corren para un lado y luego para otro, miran por cosas para pararse o brincarlas o caminar a lo largo o a su alrededor, escalar en cualquier cosa que pueda escalarse.
Nunca quiero estar en donde no pueda verlo. Toda esa energía y tontería, toda esa curiosidad, preguntas, conversación, todas esas pasiones feroces, todas esas tristezas inconsolables, las alegrías inmoderadas, parece a muchos una molestia para ser soportada, una enfermedad para ser curada. Para mi son un activo nacional, un tesoro sin precio, más necesario para nuestra salud y nuestra sobrevivencia que el petróleo o el uranio o— nombre lo que sea.
Un día en un jardín publico vi, en un área verde pequeña debajo de los arboles, un padre y una niña de dos años. El padre recostado; la niña corriendo por todas partes. ¡Qué alegría el correr! Repentinamente ella para, mira intensamente al suelo, se agacha, coge algo. ¡Una ramita! ¡Una piedra! Se endereza, corre otra vez, ve una paloma, la persigue, repentinamente para y mira hacia arriba a los arboles iluminados por el sol, ¿Viendo qué?—Quizá una ardilla, quizá un pájaro, quizá solo la forma o colores de las hojas con el sol. Luego se agacha, encuentra otra cosa, lo coge, lo examina. ¡Una hoja! Otro milagro.
Engranajes, ramas, hojas, los niños pequeños aman el mundo. Por eso es que son tan buenos aprendiendo de él. Porque es el amor, no los trucos o las técnicas de pensamiento, lo que se encuentra en el corazón de todo verdadero aprendizaje. ¿Podemos permitirnos dejar que los niños aprendan y crezcan a través de ese amor?
«Así que no me dejes morir de hambre.
¿Me dejarás morir de hambre?»
¿Cuál es su respuesta?
🙂
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Este es un video con algunas observaciones (o frases) más en este libro:
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Editorial MD says
Increible Post , muy interesante el tema de Cómo Aprenden los niños, sin duda hay muchas teorías. Y ahora con el Nuevo Modelo Educativo de la SEP , este tema es la base del mismo. La forma de Aprender o como lo llaman “Aprender a Aprender”
Excelente Blog , Saludos
Alejandra says
¡Muchas Gracias! 🙂
Hdpape says
Sus primeros libros “Como los ninos fracasan” (1964) y “Como aprenden los ninos” (1967), han vendido mas de un millon y medio de copias y han sido traducidos a catorce idiomas. Holt relata en estos libros, que las escuelas fomentan la competencia y la ansiedad, que los ninos fracasan en ellas porque sienten miedo a ser humillados o castigados. Asi que busco metodos alternativos, como suprimir examenes, para que los alumnos pudiesen concentrarse en el aprendizaje y no en el temor a los profesores y las notas. Esa iniciativa le sirvio entre otras cosas para que lo expulsaran de un colegio. Para Holt la escuela era una imposicion dogmatica que no tenia en cuenta los principios basicos de la educacion: libertad y comunicacion.
Alejandra says
John Holt ha sido una de los autores que más ha influido en nuestra desescolarización. Siempre lo recomiendo. Saludos. 🙂
Frances says
Maravillosa información. Soy una madre decidida a comenzar con mis hijos la educación en casa. ¡Gracias por compartir tu experiencia y motivarnos a esta nueva aventura!
Alejandra says
Gracias! Saludos! 🙂
Carolina says
Fascinante, Alex! Muchísimas gracias por tu traducción! En la biblioteca de mi cuidad encontré “El porqué del fracaso escolar” y “Libertad y algo más”, este último recién lo comienzo. Me siento obligada a agradecerte el encuentro con el pensamiento de John Holt. Está siendo para mí una luz que ilumina claramente. Gracias!
Alejandra says
Hola Carolina, Me alegra saber que pudiste conseguir los libros (son muy raras las copias en español) y que te está siendo de provecho la lectura…
¡Todos las padres o personas interesadas en el aprendizaje y/o educación deberían leer a John Holt! 🙂
Saludos.
Adriana says
Gracias por tanta información, estoy empezando con la investigación y cada vez que encuentro algo en tu blog o en tu canal, me atrae la idea de educar en casa. Aunque de repente es tanta información, pero poco a poco entenderé más de todo este estilo de vida. ¿Podemos permitirnos dejar que los niños aprendan y crezcan a través de ese amor? me estrujo el corazón!!!
Espero regreses pronto a tu blog y a tu canal.
Alejandra Kim Santi says
Hola! Me alegra saber que lo que comparto sea de ayuda. Ahora que estamos en casa lo ando queriendo retomar, me desconecté tanto que no recuerdo cómo se hacen ciertas cosas, así que reaprendiendo 🙂 Muchas Gracias y Saludos.
Jeslyca Martinez says
Gracias Alejandra por compartir esta información, el mundo de los niños es mágico
Alejandra Kim Santi says
Gracias. 🙂